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El desarrollo tecnológico avanza apresuradamente y con ello se evidencian o apenas vislumbran nuevos retos para todos los agentes, públicos y privados. La digitalización ha transformado sectores enteros de la economía y ha facilitado la generación de una cantidad exponencialmente creciente de datos de ciudadanos, empresas, administraciones públicas y objetos (internet de las cosas).
La aplicación de la tecnología digital a la producción de bienes y servicios, impulsada por la reducción exponencial de los costes de captura, almacenamiento y análisis, y la amplitud de capacidades computacionales para realizar estas tareas, así como por las redes de comunicación basadas en Internet, ha contribuido decisivamente a reconfigurar las relaciones económicas y sociales a escala global. Así, en el tránsito de la era analógica a la digital, se suceden transformaciones en todos los ámbitos, desde la manera de consumir bienes y servicios, a la manera de producirlos, distribuirlos, regularlos o pagar por ellos. Muchas de dichas transformaciones se encuentran hoy en plena gestación.
Las plataformas digitales ya han transformado un amplio abanico de industrias y seguirán haciéndolo en otros sectores, beneficiándose de economías de escala además de economías de red, cuya existencia no deja de constituir un importante desafío para las estrategias de negocio, las estructuras de los mercados, las relaciones laborales, la protección al consumidor y, por ende, la regulación.