A medida que se conocen en detalle los pormenores del caso
Enron también se ponen de manifiesto las estrechas conexiones
del lobby energético encabezado por los antiguos responsables
de esa compañía y el entorno del actual presidente
estadounidense.
Si los Bush facilitaron que aquel grupo de presión orientara a su
conveniencia la transición a la desregulación del sector del gas y
de la electricidad, ahora, en una decisión de signo aparentemente
opuesto, el hijo hace lo propio para proteger de la competencia una
treintena de productores de acero, incapaces, o manifiestamente
reticentes en todo caso, de adaptarse a las condiciones de la
competencia internacional en ese sector, como muchos años antes
trataron de hacerlo productores de esos otros países a los que ahora
se trata de penalizar.
La decisión de imponer tarifas de hasta el 30% a las
importaciones de acero (excluidas las provenientes de los miembros
del área comercial común, el Tratado de Libre Comercio -NAFTA, en
sus siglas en inglés-, México y Canadá, por un lado, y algunos
países en desarrollo, por otro), además de una agresión al
multilateralismo, es difícil de justificar económicamente.
En primer lugar, porque implica, en el mejor de los casos,
retrasar un proceso de reestructuración de esa industria (de
reducción del número de productores, fundamentalmente), a costa de
los consumidores de acero estadounidenses: de los costes y del
empleo de muchas empresas usuarias, las del sector del automóvil sin
ir más lejos; al actuar así, la Administración estadounidense no
sólo abre una dinámica en la que pueden entrar otros sectores de
aquella economía, sino que socava también la iniciativa de la
Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE)
tendente a solucionar sobre una base global los problemas
estructurales a los que se enfrenta el sector del acero, dentro y
fuera de Estados Unidos.
En segundo, porque al adoptar unilateralmente una medida
proteccionista tal, genera un elemento de seria perturbación en las
relaciones comerciales internacionales, susceptible de motivar
respuestas similares por otras economías, con importantes riesgos
sobre la estabilidad mundial, además de condicionar la todavía
precaria recuperación económica, dentro y fuera de Estados Unidos.
La evocación por algunos analistas, de las guerras comerciales que
precedieron a la Gran Depresión, no son precisamente exageradas.
Independientemente del impacto en cada una de sus economías, las
autoridades de países como Corea del Sur, Rusia, Japón, China,
Brasil o los de la Unión Europea quedan en una posición
políticamente difícil, no menos que la situación que se crea en la
cuestionada Organización Mundial de Comercio (OMC).
La decisión por parte de EE UU de imponer
tarifas de hasta el 30% a las importaciones de acero es
difícil de justificar económicamente
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El predicamento de Estados Unidos en la defensa del libre
comercio, para hacer valer los propósitos de reducción de las
barreras comerciales manifestados con ocasión del lanzamiento de una
nueva ronda comercial, hace unos meses en Doha, vuelve a dañarse y
con él, la capacidad política para fortalecer los mecanismos de
cooperación, incluso en ámbitos no estrictamente económicos.
No es fácil que los países más afectados por esa decisión se
limiten exclusivamente a litigar ante una OMC que se muestra incapaz
de resolver las disputas planteadas en menos de dos años. La
experiencia europea al respecto está suficientemente fresca como
para que las autoridades comunitarias, con independencia del respeto
a esa institución de arbitraje, no se limiten a esperar sus
dilatados veredictos; la Unión Europea refuerza ahora su autoridad
para censurar el unilateralismo estadounidense, exhibiendo los
evidentes avances en el desmantelamiento de lo que Estados Unidos
consideraba la 'Europa fortaleza' su ejemplo ante la pretensión
americana de hacer lo propio en torno al NAFTA.
Ese enroque proteccionista y las pretensiones de disposición del
fast track, para disponer sin la mediación de las Cámaras en
los mismos asuntos de comercio internacional, no son los mejores
compañeros para garantizar que el crecimiento del comercio mundial
en este año abandone la profunda desaceleración en la que cayó el
pasado año.