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Sobre tales bases se inicia un proceso de crecimiento sin
precedentes en la actividad financiera internacional,
caracterizado en lo fundamental por un amplio acceso a tales
fuentes de financiación en euromonedas de numerosos países,
por el consiguiente aumento de los niveles de endeudamiento y,
en definitiva, por una intensificación del proceso de,
integración financiera internacional.De este proceso, España
no sólo no ha estado ausente, sino que ha sido un participante
activo como prestatario del segmento a medio plazo
-eurocréditos-, encontrando en tales recursos un sustancial
complemento del ahorro interno del país, y convirtiendo dichos
préstamos en el componente más significativo de la
financiación exterior de nuestra economía en los últimos ocho
años.
El objeto de estas notas (1) se centra en el análisis de
tal participación, tratando de poner de manifiesto quién se ha
endeudado, en qué condiciones y, especialmente, hasta qué
punto ha existido una política definida y específica de la
Administración española en este área que haya tratado de
optimizar el acceso al mercado financiero internacional y, en
definitiva, la valoración del riesgo español en tal mercado.
Lo que podría caracterizarse como "nueva época" del
endeudamiento externo de España se inicia en 1967. Hasta
entonces, la financiación exterior de la economía española
está constituida esencialmente por inversiones extranjeras y
los créditos derivados de los Acuerdos de Cooperación
Hispano-Norteamericanos. A partir de ese año, coincidiendo con
los primeros déficit de la balanza de pagos por cuenta
corriente, se inicia el acceso a los mercados financieros
internacionales. A los tradicionales y escasos préstamos
estatales sustituyen, a partir de este período, los
concertados por prestatarios como el INI, Renfe y empresas
concesionarias de autopistas, a las que el Estado concedió su
aval y garantizó el tipo de cambio.
Este proceso de endeudamiento no situó, sin embargo, el
nivel de endeudamiento externo de la economía española en
cotas excesivamente altas si lo comparamos con los de otros
países occidentales. Adicionalmente, como resultado de las
políticas restrictivas de los años 1968-1970, la balanza de
pagos española por cuenta corriente registró sucesivos
superávit en los años siguientes -1970-1973-, con la
consiguiente incidencia en el descenso de las necesidades de
financiación y, por tanto, en la actividad prestataria.
La financiación exterior neta en este período es negativa
hasta 1974, año en que, como consecuencia del impacto inicial
del alza de los precios del petróleo, se inaugura una nueva
época en el endeudamiento externo que con vierte a España en
uno de los grandes deudores internacionales, con tasas de
crecimiento realmente espectaculares.
En un contexto de manifiesta debilidad del sector exterior,
el proceso de endeudamiento externo español se constituye, a
pesar de la utilización de una buena parte de las reservas de
oro y divisas, en necesario mecanismo de compensación de los
déficit por cuenta corriente que se sucedieron desde 1974
hasta julio de 1977. En cualquier caso, junto a la fuerte
incidencia de la subida en el precio de los crudos, la
política económica española no tuvo la capacidad de respuesta
que se observó en otros países, de tal forma que nuestra deuda
externa se multiplicó en los cuatro años siguientes. La
presencia en estos años de prestatarios españoles encontró en
la fase expansiva del euromercado un importante estímulo que,
junto a la estrechez del mercado doméstico, determinó un
endeudamiento cuyas características esenciales pasamos a
analizar.
Prestatarios: naturaleza y distribución sectorial
La naturaleza de la estructura operativa del euromercado
determina unas condiciones de acceso de los prestatarios,
vinculadas esencialmente a la dimensión de éstos, que
difícilmente posibilitan la generalización de sus facilidades
financieras a cualquier tipo de potenciales demandantes de
recursos en eurodivisas.
Sobre esta consideración inicial, hay que contemplar tanto
la concentración de prestatarios en el acceso a estas
operaciones, como la consecuente discriminación a favor de las
grandes empresas y prestatarios públicos que el acceso a las
mismas produce. Esta se ha revelado tanto más significativa
cuanto que la repetida estrechez del mercado financiero
español no ha posibilitado la concertación de operaciones en
plazos similares para prestatarios de menor dimensión,
pequeñas y medianas empresas fundamentalmente, más
dependientes de los circuitos de financiación bancaria a corto
plazo y, por tanto, con mayores costes y menos posibilidades
de sortear la crisis dominante en el período.
Ese proceso de concentración queda patente analizando la
participación porcentual de los diez principales prestatarios
en el período objeto de análisis. A excepción de 1978, la
financiación captada por esos prestatarios ha superado el 60%
del total, observándose un grado de concentración todavía
mayor para los cinco prestatarios más importantes. En
realidad, el 80% del endeudamiento, privado se ha concentrado
en apenas medio centenar de empresas. Mayor grado de
concentración se aprecia en el sector público, en el que más
de la mitad de su deuda actual se encuentra en una veintená de
empresas del INI.
La distribución entre el acceso del sector público y sector
privado al mercado financiero intemacional revela una escasa
participación del primero a lo largo de toda la década de los
setenta. La mayor importancia relativa del sector público en
el período inmediatamente posterior a la crisis energética va
progresivamente atenuándose por delegación de éste en
determinados sectores a los que se les concede el aval
público.
Junto a la motivación global de caída del ahorro público en
su conjunto, el sector público español ha aparecido en el
mercado vía empresas públicas. A 31 de diciembre de 1981, la
deuda externa de las empresas del INI se cifraba en más de
5.300 millones de dólares -20% del total-, con una tasa de
crecimiento entre 1975 y 1981 superior a la del conjunto de la
deuda externa y del propio sector privado. Igualmente
destacable es el recurso de Renfe al mercado, que con sus
1.600 millones de dólares de deuda al 31 de diciembre de 1981
aparece como el prestatario individual más endeudado.
El Estado, como tal, hace su primera aparición como
prestatario en el verano de 1976, con una operación de mil
millones de dólares. Independientemente del grado de
representatividad de esta operación en el conjunto del riesgo
español, tal como era apreciado por la comunidad bancaria
internacional, constituyó de hecho un espaldarazo al régimen
político que entonces se iniciaba en España. Todo ello, sin
considerar ajenas contraprestaciones a medio plazo, tan
significativas como la autorización del establecimiento en
España de algunos de los más importantes bancos extranjeros.
Igualmente, entre las operaciones de préstamo destacables
en 1981 hay que señalar la segunda salida del reino de España,
con quinientos millones de dólares, firmados en marzo,
sindicados por casi setenta bancos entre españoles y
extranjeros. Independientemente de las ventajosas condiciones
en que se concertó, la significación de esta operación. fue
también política, dada la coincidencia del proceso final de
sindicación con la intentona golpista del 23 de febrero. Su
destino fue la cobertura parcial del déficit público con cargo
a los 70.000 millones de pesetas autorizados para este fin.
El acceso de las corporaciones locales
Sin una incidencia importante en el volumen de recursos
captados, pero significativos en la capacidad de
diversificación de fuentes de financiación" es el acceso de
algunas corporaciones locales al euromercado. Los
Ayuntamientos de Madrid y Barcelona concertaron en 1980
préstamos sindicados por 180 millones de dólares, extendiendo
a nuestro país, precedentes que cuentan con cierto arraigo en
otros países europeos.
El acceso a la financiación exterior de los prestatarios
privados está, ante todo, determinado por la ya señalada
inexistencia en el mercado financiero español de instrumentos
de financiación adecuados en vencimientos y montantes a las
necesidades de las empresas, especialmente de las inmersas en
sectores con fuertes inversiones de amplio período de
recuperación -autopistas, eléctricas, petróleos,
ferrocarriles, etcétera.
La importancia relativa del sector de autopistas, presente
sistemáticamente en el mercado, ha sido especialmente
relevante en los años 1974 y 1975, e incluso en los años
inmediatamente anteriores a los recogidos en este análisis.
Sobre este tipo de empresas ha existido hasta hace poco tiempo
la obligación legal de cubrir una parte sustancial de sus
necesidades de financiación con recursos en divisas.
El Estado, por su parte, ha concedido su aval y garantizado
el tipo de cambio sobre tales operaciones. Al final de 1981,
la deuda externa del conjunto de estas empresas superaba los
3.500 millones de dólares, de los que el 50% eran créditos
avalados por el Estado.
Por su parte, el sector eléctrico constituye actualmente el
principal grupo de deudores privados con más de 6.200 millones
de dólares, un 23% del total, a final de 1981. Este importante
recurso a la financiación exterior ha venido determinado por
la magnitud de los planes de inversión de las principales
empresas del sector, de difícil cobertura en el mercado
doméstico.
Los mecanismos de acceso a los mercados financieros
internacionales no han sido similares en ambos sectores. El
recurso del sector de autopistas ha estado indudablemente más
diversificado en operaciones, mercados y monedas, y también
más repartido entre las empresas del sector. En ninguno de los
años analizados, a excepción de 1976, ninguna empresa de este
sector se encuentra entre los cuatro grandes prestatarios. Por
el contrario, desde 1975, siempre encontramos a algunas de las
grandes empresas eléctricas en ese grupo preferente.
Concentración de prestatarios, salidas menos frecuentes y
elevados montantes medios de los préstamos, caracterizan al
sector, del que FECSA es, sin duda, la empresa más endeudada
en este segmento del mercado.
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